Canning House es el nombre de uno de los magníficos edificios blancos de la señorial Belgrave Square en Londres. Tras los grandes ventanales a través de los cuales pueden distinguirse los techos majestuosos con sus suntuosas arañas de luz, se esconde el espíritu latino de la ciudad. La biblioteca, una de las mejores en lengua española en la capital británica, junto a la no muy lejana del Instituto Cervantes, es tan sólo uno de los muchos servicios que ofrece la organización. En realidad se podría decir que los embajadores culturales de los paises hablantes de portugues y castellano se encuentran en esta esquina de la plaza.

El pasado día 27 de marzo, nos deleitaban de nuevo con una de sus bien organizadas actividades, la presentación de la versión inglesa del libro Paisaje de otoño del popular escritor de novela negra cubano Leonardo Padura Fuentes. Padura sorprende por su sencillez, su seria simpatía y su accesibilidad. Tras unos minutos de amena charla con él, uno se siente casi frente a Mario Conde, el inspector protagonista de sus relatos. De su pluma han surgido una serie de relatos detectivescos únicos en su género, en los que no sólo se disfruta de la incertidumbre del misterio, del crimen irresuelto que va deshilvanándose mediante las pesquisas del Conde, sino de la representación de la Cuba vivida por el escritor, la sociedad de La Habana, con sus problemas y sus prejuicios. Admite escribir para los cubanos pero no de una manera localista, sino tratando temas que, aun centrados básicamente en su país, pueden perfectamente ser comunes a muchos otros países, es ésto lo que ha hecho que sus obras se publiquen hasta ahora en más de 10 idiomas. Algunos de sus títulos son: Adiós, Hemingway, Pasado perfecto, Paisaje de otoño, Máscaras y Vientos de Cuaresma.
También ha publicado con singular éxito varias obras de ensayo, estudiadas en las mejores universidades como complemento de las asignaturas de estudios políticos latinoamericanos: Con la espada y con la pluma: Comentarios del Inca Garcilaso, Un camino de medio siglo: Carpentier y la narrativa de lo real maravilloso o La cultura y la revolución cubana. Conversaciones en La Habana, por mencionar algunas de ellas.
El escritor nació y vive en Cuba. Al preguntarle por los motivos que le han hecho decidirse por seguir viviendo en su país cuando muchos otros artistas e intelectuales lo han dejado ya hace tiempo, me mira pensativo y dice:“Hoy queríamos caminar y entramos en el museo Británico que queda muy cerca de nuestro hotel. Conversábamos sobre Guillermo Cabrera Infante y sus sentimientos sobre Cuba. Pensamos que los pequeños detalles, incluso el clima y la temperatura, son importantes. Son parte de uno, uno pertenece a una cultura y eso es todo. Aquí a nadie le importa el béisbol por ejemplo; yo soy un hombre de hablar, aquí no te hablan en la parada del autobús; el mundo de Cuba, mi cultura, para mí es fundamental como fuente de inspiración”.“He visitado muchos lugares: Alemania, Nuremberg, Toscana… ¡preciosos! pero sé que no puedo vivir en ellos”, asegura, “las relaciones humanas están por encima del individuo, incluso algo tan simple como el buen café adquiere importancia. Todo ese tipo de elementos tiene que ver con una decisión. En la casa donde vivo vivió mi padre y antes mi abuelo. En esa casa yo nací. Trato de que la política no me entorpezca mi relación idílica con mi país”.
Admite de todas formas mantener una dolorosa relación con el exilio:“Prácticamente toda mi familia paterna vive fuera”, cuenta, «mi hermano menor y muchos amigos. Es una relación intensa, familiar y dolorosa”. Insiste en que para él lo importante es que cada cual respete las decisiones ajenas y que vive en cuba “¡porque quiero y porque me da la gana!”, que lo fundamental es el derecho de cada uno a no ser juzgado por los otros en lo que se refiere a las circunstancias que rodean sus propias decisiones.
Se queja del tiempo londinense. ¡Cómo no!:“En Cuba hay siempre alrededor de 26 o 27 grados”, dice. Comenta la frialdad que aprecia en el ciudadano que circula disparado por las calles, no puede evitar contrastar cada cosa con su Habana. La Habana que retrata en sus libros, una vez de rojo: “Havana Red” es el titulo inglés de su novela “Máscaras”; otra de negro: “Havana Black” el de su “Paisaje de otoño”; pero siempre con conocimiento y con desenvoltura, sabiendo de qué se habla y siendo totalmente consciente del gran desarrollo del país:“Tengo la fortuna de que todos mis libros se han publicado sin censurar una sola palabra”, asegura, “en los setenta u ochenta, no se hubieran publicado. Tuvo que venir una crisis en los noventa, para que hubiera esta visión diferente”.
Sus libros son muy críticos, pero dice que existen varios factores que han incidido en ello. Afirma que tras la represión precedente a la época de los noventa, la actitud de las autoridades culturales cubanas es ahora más inteligente, ha cambiado grandemente. El año pasado se republicaron en su país cuatro de sus novelas como regalo de su cincuenta cumpleaños. Es aquí donde nos recuerda que no hay relación entre el número de copias vendidas en su país y el dinero obtenido de las ventas, pero que para él lo más importante es que sus libros se vendan. Son libros que han sido escritos con el lector cubano en mente, es solamente tras un inesperado éxito en España que han sido publicados en más países. “Ahora mis libros son publicados primero en España por razones de contrato y como no pueden ser importados en Cuba (catorce euros, el precio de un ejemplar en España, es lo que gana una persona en Cuba en un mes) entonces se hacen ediciones diferentes. ¡Ojalá yo tuviera una respuesta económica!”, bromea.En cuanto al tema del poder gobernante en Cuba dice:“El poder trata de hacer olvidar. La represión comenzó en los sesenta, fue brutal en los setenta, pero la situación ahora ha cambiado, se tiende a olvidar”. Hablamos de la revolución y la contrastamos con la masonería, él me recuerda que otro de sus libros, “La novela de mi vida” habla sobre el tema.“Mi padre se volvió masón en el 49, un masón muy convencido. Aunque es un movimiento con mucho secreto, lo que es públicamente conocido es su espíritu fraternal, todos son iguales”.“Algo que recuerda a la filosofía de la revolución”, sugiero.
“La revolución llega y envuelve a todo un país, es como un río que se desborda”, responde. “Algunos se sienten irremediablemente atraídos por ella. Pero en los noventa hubo un cambio muy importante en el terreno político. Aunque Fidel siguió, fue un cambio que tuvo que ver con la mentalidad, la apertura en el mundo cultural, literario, teatral”. Como él mismo indica, un ejemplo de esta nueva apertura fue la película “Fresa y chocolate” en la que se trata abiertamente el tema del homosexualismo, tema común a su novela “Máscaras”. “Se ganó espacio de libertad pero aún existe un regreso a la dogma” dice.
En la intimidad de la sala del primer piso de la Canning House,
con sus imponentes ventanas, la voz del escritor suena decidida, tranquila. La lectura del extracto de su “Havana Black” nos materializa la voz de un Mario Conde distinto al que yo misma había imaginado en mi cabeza al leerlo en casa. En la voz de Padura, la dulce cadencia caribeña de sus palabras acercan más al policía, a su verdadera personalidad, a sus inseguridades, a sus corazonadas. Me creo ante un Colombo cubano, sin gabardina, pero con el puro y la mirada pensativa. Padura enfatiza sus palabras de agradecimiento a los organizadores y al traductor de su libro, Peter Bush, quien leerá los extractos en inglés.
“El trabajo de Peter es serio, respetuoso”, dice. “En este evento éste es un aspecto muy importante porque muchas veces el traductor es un ente anónimo, poco reconocido y ésto me parece injusto”. Padura explica cómo traducir no significa transcribir las palabras de un texto a otro, lo más importante es transmitir el espíritu de la obra. Pocos autores reconocen abiertamente su relación con el traductor, con el otro escritor de sus novelas en un acto en el que la comprensión debe ser, de hecho, incluso mayor de la del propio creador; la relación con el texto incluso más intensa.
La novela trata de las pesquisas sobre la muerte de Miguel Forcade Mier. Un cubano, residente en Miami, que regresa a Cuba. Padura detenidamente, con una paciencia que ya queda a pocos habitantes de ciudades como ésta, explica las bases de la novela, sitúa al espectador en el tiempo, en los acontecimientos. Explica cómo es siempre la trama policial la que se desarrolla alrededor del protagonismo de sus personajes. En este caso la atención del policía se ve acaparada por las obras de arte de la estancia, aparentemente sin importancia para el caso en un principio pero que dan a la obra la realidad ausente muchas veces de las obras del género. La historia de Conde es en realidad la historia de toda una generación. Conde es, según el propio autor, una metáfora de su generación, de las desilusiones que vivieron, de la amistad, del desencanto.“En el fragmento se explica el carácter metafórico, ¿se imaginan un policía que tenga dudas de si una obra es de Cezanne o Matisse? Mario Conde es en la medida en la que es, un intermediario entre la realidad y la literatura. El es un personaje que no sabe prácticamente de investigación criminalista. Cuando siente que está cerca de la realidad, tiene un dolor cerca de la tetilla. Lo fundamental es que representa una visión de mi generación. No es la única versión posible, sino la mía.”
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