A la caza del poder – entrevista con el escritor Ernesto Aloia
Tres de tus cuatro relatos están ambientados en el pasado, en tus años de infancia (1969, 1973) o en años en los que ni siquiera habías nacido (1954). ¿Por qué esta elección de volver tan atrás en el tiempo?
No ha sido una elección a posta. Digamos que un relato nace de una escena, un personaje, una atmósfera que juegan un papel germinal, y que cuando estos elementos me vinieron al encuentro ya estaban envueltos en su dimensión histórica. Nunca me he preguntado: ¿por qué no ambientar Missilistica per dilettanti (Los misiles para principiantes) en los años cincuenta? Simplemente ni siquiera se me ha ocurrido la idea de hacerlo de manera diferente. Antonio, Nives y Nicola estaban ahí, ya en su propio tiempo. Ademas, viajar en el tiempo, aunque sólo sea con la imaginación narrativa, es muy divertido.
Una constante de tus personajes, incluyendo aquellos presentes en la narración precedente, es su doble vida: algunos tienen la mujer refinada, hermosa y rica, el Triumph rojo y la casa en el campo, pero después se encuentran a sus anchas sólo en brazos de la amante obrera y celulítica. Otros leen el Manifesto (El Manifiesto) y hacen la compra en negocios de comercio igualitario y solidario, pero después viven en una mansión hollywoodiana, viajan en Volvo y tienen una sirvienta de jornada completa. ¿De verdad piensas que la coherencia y la conciencia no son ya parte de este mundo?
Me disgustaría mucho si alguien encontrase plena coherencia en mis personajes, los seres humanos somos incoherentes por naturaleza. Son ambiguos, llenos de zonas sombrías, y su vida psicológica ignora constantemente el principio de no contradicción. La coherencia no ha sido nunca parte de este mundo, y gracias a Dios.
Siempre en relación con esto te pregunto: ¿Escribir es para ti una necesidad personal o es una especie de “deber civil”, un modo de denunciar política y costumbres inaceptables?
No creo en la literatura como medio de denuncia y deber civil. Con esto no quiero decir que no haya buenas obras literarias con un contenido civil, sino que no era ése el objetivo primario del autor. Escribir es un vicio: te pide mucho, hace daño porque absorve energías importantes, pero puede ser excitante. Puede también ser penoso y humillante, como los otros vicios, pero un escritor que acaba de terminar una escena bien conseguida, lo aprecia porque camina a un metro de la tierra, sobre un cojín invisible de narcisismo.
Locuste (Langostas) es mi relato preferido: parece fantapolítica, y sin embargo es terriblemente real. El protagonista se encarga de las relaciones exteriores de un banco que ha vendido bonos argentinos a sus clientes, y que ahora se beneficia de su esperanza de ver de nuevo cualquier dinero administrando algunos sitios web de asistencia a los cuentacorrentistas (naturalmente falsos). A este doble timo, ya de por sí escuálido, se añade un elemento ulteriormente disturbador: el director de la web es un veinticincoañero licenciado en filología alemana que trabaja media jornada, y su asistenta una aprendid licenciada en Ciencias de la Comunicación. Desafortunadamente, la situación que describes es todo menos ciencia ficción. Te pregunto: como escritor y como trabajador (me parece que tu “verdadero” empleo es administrador) ¿ves algun resquicio de luz más allá de este binario único de Sexo-Dinero-Exito?
Mi “verdadero” trabajo es el de escritor. El problema del protagonista de Locuste es que en ese momento, encuentra difícil comprender el mundo, todo aquello que no es dinero o no es directamente accesible trámite el desembolso de una suma de dinero se le escapa, pierde consistencia y es como si desapareciera ante sus ojos. Cuando su amigo Alec, un hombre solo sobreviviente de un divorcio penoso, se enamora de la joven Rada, lo primero que hace es ponerlo en guardia acerca de cuestiones de bolsillo. Por otro lado, incluso él advierte confusamente que existe una posibilidad de evasión. Llega la primavera, y este personaje siente que hay una fuerza en el trabajo que podría cambiar su vida. Analizándolo bien, es un hombre que vive al borde de un cambio pero, por otro lado, entre las cosas de las cuales él mismo no se apercibe está también su estado de semiceguera. De todas formas las ocasiones existen, pero se le escapan de la mano. En cuanto al resquicio de luz… de por sí no hay nada de malo en la triple convinación de Sexo-Dinero-Exito, el problema sigue siendo siempre el de conseguir estar en el mundo de los vivos, o sea, con los ojos abiertos y sin hacerse absorver de lo que no sea esencial. Si día tras día caminas cabizbajo de una costumbre a otra y no te fijas en el mundo, has perdido. No tiene nada que ver necesariamente el dinero. Cierto, el modelo de la triple convinación produce infelicidad, pero por eso existe también el mito de la pobreza virtuosa.
¿Qué relación tienes con tus personajes? Pocos de ellos son ‘puros’ y positivos, en el sentido heróico del término, tanto sean hombres como mujeres…
Vuelve el tema de la coherencia. Mis personajes no son puros y positivos, pero tampoco negativos al 100%. No hay ninguno que sea enteramente negativo. Bueno, quizás un ‘malvado total’ sí que hay, el Danilo Serra de Locuste. Los malvados me gustan mucho (se entiende que sobre la página), diría que me vienen bien.
Un relato que se asemeja bastante a la atmósfera de dolor, diría casi de derrota, de tus historias, es Il ritorno a casa di Enrico Metz(La vuelta a casa de Enrico Metz) apenas publicado por Claudio Piersanti. ¿Lo has leido? ¿Crees que las similitudes sean el inevitable fruto de este momento histórico?
Verdaderamente no, no lo he leido. Pero ¿por qué deberían de ser las semejanzas el inevitable fruto de este momento histórico? Si fuésemos a ver en cuántos trabajos literarios se encuentra una atmósfera de dolor y derrota, descubriríamos que este momento histórico no acaba nunca. Quizás sea la condición humana.
¿Se encuentran escritores con los cuales haces ‘equipo’, con los que discutes de aquello que escribes y sobre todo de las necesidades literarias?
No, nada de equipo. Conozco a algunos escritores, pero raramente hablamos de nuestros libros. Por motivos obvios los escritores prefieren comentar los libros de los ausentes…
¿Es más difícil iniciar un relato, encontrar el incipiente y la inspiración justa, o acabarlo, individualizar el momento justo para el cierre?
Esto depende del relato. Generalmente el inicio no es un problema, si no me viene en mente un comienzo evocativo y estimulante ni siquiera me pongo a escribir la historia. Después, quizás, lo modifico mientras que la voy desarrollando. De todas formas, no he hecho nunca un plano, un esquema de la trama o cosas así. Hace falta que todo nazca de una imagen originaria que puede no encontrarse al inicio pero que genera el relato completo. En Locuste, por muy extraño que parezca, la imagen del protagonista que corre solo, voluntariamente amurallado de un aislamiento
hipnótico que deja fuera el trabajo, la familia, los amigos, nace antes de la idea de la falta de información de los daños a los obligacionistas argentinos. La conclusión sí, a veces puede ser un problema. Algunas veces me sucede que un relato quede sin final durante meses. Pero a ese punto, ya no es verdaderamente preocupante: el relato ya esta ahí, puede resistirse cuanto quiera, como mucho consigue sólo ralentar el tiempo.
Si debieras equilibrar la ‘contribución’ autobiográfica y generacional y la de pura invención en los personajes y en las situaciones que describe, ¿qué porcentaje indicarías? ¿A qué es debido el predominio de uno u otro componente?
Es imposible establecer ningún porcentaje. Nunca uso elementos autobiográficos puros y simples. Por otro lado, todo deriva de la autobiografía. Un personaje puede nacer del estado de ánimo de un día o puede representar la extrapolación de una tendencia que en el autor coexiste con otro ciento, incluso contradictorias. Es un poco como para los actores: si debes representar, qué se yo, a Adolfo Hitler, debes buscar dentro de ti aquellas tendencias a la violencia y a la sobrefacción que normalmente tienes bien escondidas (existir, existen…), aislarlas y sacarlas a la luz.
¿Qué libro tienes en la mesilla de noche en estos momentos? ¿Y el libro que tienes sobre el escritorio como si fuera una Biblia?
Ahora estoy leyendo Dies Irae, de Giuseppe Genna. Un libro del que se puede aprender: el autor se nos da en cuerpo y alma, sin reservas. Sin temor al exceso, a la desmedida. Sobre la mesilla de noche los libros van y vienen. Entre aquellos que vuelven más a menudo se encuentran Underworld (Submundo) de De Lillo (tengo una mesilla muy espaciosa), las novelas de Cormac McCarthy, Il falò delle vanità (La hoguera de las vanidades) de Tom Wolfe y la Commedia (La Divina Comedia) de Dante, de quien he tomado el título Sacra fame dell’oro (La sagrada hambre del oro).
Respecto a la colección precedente, he notado que has elegido la vía del realismo (mientras que Peter Szoke tenía situaciones más surrealistas y un estilo en algunos casos hiperbólico) y que has pasado de temas privados a argumentos ‘públicos’. ¿A qué es debido este cambio de dirección? ¿Te ha condicionado el debate en torno a La qualità dell’aria (La calidad del aire, antología de relatos publicado por Minimum fax)?
Peter Szoke representaba una variedad de posibles caminos, en cualquier caso, divergentes. Sacra fame dell’oro elige uno y va hasta el fondo. El debate en la antología La qualità dell’aria no me ha influenciado (¿ha habido algún debate?), en parte porque para entonces yo ya había abandonado las hipérboles y las situaciones surreales: si relees el relato Pavel en Chi si ricorda di Peter Szoke?(¿Quién se acuerda de Peter Szoke?), el segundo de la colección pero el último en orden cronológico, verás que tiene mucho en común con aquellos de SFDO [Sacra fame dell’oro], mucho más que los otros. En cuanto al paso de los argumentos ‘públicos’ a aquellos ‘privados’, no creo que sea así, no ha habido ningún paso. Aún más, yo voto por abolir la distinción. En Chi si ricorda di Peter Szoke, Le notti cieche (Las noches ciegas) hablaba de la gran burbuja especulativa de la bolsa del 1999-2000 y de los bombardeos de la segunda guerra mundial. Pavel hablaba de Chernobyl. En Concentrazione (Concentración) aparece de nuevo la segunda guerra mundial. Admiro mucho a los escritores que consiguen crear una correspondencia simbólica entre las vivencias de sus personajes y el contexto histórico (que entre otras cosas, no es ya puramente contexto). Los narradores americanos, con todas las obvias diferencias, son buenísimos: Philip Roth, De Lillo, Wolfe. No existe contradicción entre historia pública del país y privada de los personajes, es más, se apoyan la una a la otra.
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